Cuando observo la cultura desde un punto de vista panorámico y pienso en la representación en los medios de comunicación, como director me interesa sobre todo lo que no está presente. El Black History Month nos da la oportunidad de reflexionar sobre nuestros orígenes, honrar a nuestra cultura y a nuestros antepasados, y sentirnos orgullosos de las contribuciones que hemos hecho a pesar de tenerlo todo en contra. Pero también trato de verlo como un momento que nos permite visualizar las historias que estamos creando ahora mismo. ¿Cuáles son las formas más radicales de crear un regalo que cultivará historias nuevas, llenas de esperanza y emoción?

Crecí en Toronto, en un hogar antillano, y el Black History Month cobró cada vez más importancia para mí a medida que me hice mayor y empecé a viajar y salir de mi comunidad. Es ese hilo que nos une y que puede conectarnos con otra persona; puede ser un libro o una foto. Para mí, representa que cada hogar antillano tiene al menos una pieza de escultura africana y, si creciste en un hogar así, puedes hacer referencia a esa memoria visual compartida.

Al rodar esta película, al hacer el casting y hablar con gente real sobre qué el significa el “amor negro” para ellos, encontré muchos de esos aspectos que compartimos. Son reflexiones personales e íntimas sobre cómo ser negro se entrelaza con nuestra comprensión del amor mismo: conexiones con el hogar, con la familia, con la sexualidad y con cómo nos presentamos entre nosotros y al resto del mundo. A medida que estas parejas e individuos se abrían, fue precioso ver la variedad y la cantidad de matices que hay en la comunidad negra; cómo nuestras expresiones de amor se empapan con nuestra cultura. Me emociona saber que el mundo entero podrá ver estas historias, con toda la vulnerabilidad y ternura que contienen. Son la representación de un presente en el que me siento orgulloso de vivir.